Donde acaba el mar, donde empiezas tú

Nunca pensé que se pudiera extrañar tanto a alguien. Extrañar hasta que te duelen los huesos y las lágrimas queman. Y aun en los momentos de resignación, de aceptación, saber que hay ese frío dentro de ti que ha congelado irreversible una parte del corazón.

Aun no puedo creer que sean once meses ya sin abrazarte. Sin tenerte rondando la casa, trayendo al piojo alborotador -el regalo más lindo del mundo que se le puede dar a una hermana es hacerla tía-. Te miento si no te digo que pensaba que te iba a extrañar menos. Que un día me acostumbraría a que tú y los tuyos no estuvieran en la casa. No lo sabía. La familia es calor del que te salva, del cómodo, del que necesitas para seguir. Y cuando te marchaste parte de ese calor se fue. Parte de mí se quedó sin ganas de seguir adelante. No lo he superado.

Once meses ya, y no lo he superado.

Me muevo porque hay que hacerlo.

Porque la vida no se acaba.

Porque mamá y papá necesitan aprender a vivir contigo lejos y tengo que ser su roca firme.

Pero me faltas tú.

Mi eterna compañera. Mi siempre guardaespaldas. Mi hermana mayor.

Y ahora mismo no puedo dejar de recordar todas las veces que llegaste a recogerme tarde a la primaria por estar comprando pirulí. O las tontadas tuyas dignas de un bestiario firmado bajo tu nombre. O en nuestro karaoke con la canción preferida. Y pensar en toda esa cotidianidad familiar que, sin espectacular, ni showcística, era de las cosas más lindas que tenía. Y el piojo. Mi piojo. Lo más lindo de mi mundo. El primer bebé que cargue sin miedo, sintiéndolo parte de mí. Aquella con la cabeza llenita de pelos negros que supe había que cuidar y defender a toda costa, porque la manada cuida de los suyos, aunque no haya ningún mal.

No lo supero. No supero verla crecer desde lejos, pero me resigno. Me resigno porque sé que para ti vale la pena, así que haz que valga la pena. Vive intensamente.

Te extraño. Te extraño como nunca pensé que extrañaría a nadie. Como nunca quiero extrañar a nadie más. ¡Qué triste es ser parte de las estadísticas! Que triste es mirar al mar y sentir que donde se acaba el mar estás tú, que ni siquiera estás tan lejos. Y aún así tengo que esperar once meses y más para volverte a abrazar.

2 comentarios en “Donde acaba el mar, donde empiezas tú

  1. Leer este blog, es quedarme inerte viendo un gato en la luna. Espero que todo esté súper y pues nada, solo quería con todo respeto saludar.

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