Mi amiga la española

tumblr (38).jpgSí, lo sé, hace dos semanas, casi tres, que no publico. Gato no me arañes, no maulles en la ventana, no me sulfates. Dejame explicarme.

Estaba ansiosa ayer en el aeropuerto, tan ansiosa que al enterarme de las 4 horas de retraso no aguanté más y le dejé el marrón solo a Abelito. Me fui para mi casa a dirigir esos nervios en alguna actividad productiva. Y veía las horas pasar y todavía nada, en fin llamé a Abelito siete veces hasta que me mando al … bien lejos y me dijo: basta ya, chica, cuando pise Cuba te llamo y arrancamos para allá. Por supuesto, y como yo sabía que sucedería, no me llamó y el grito que despertó a todo el barrio, fue para mí, el estoy aquí más dulce que había escuchado en mucho tiempo.

Ella ni subió a su casa, ni fue a ver a sus abuelos, cuando yo subía las escaleras de mi casa, ella las comenzaba a bajar, casi si tiró a mis hombros y yo tuve que pisar fuerte atrás, para no rodar peldaños abajo.

-Hace diez años, hace diez años que no pisaba esta escalera, no pisaba este país, mi país, hostias que no me lo creo- Lo decía sin dejar de abrazarme, yo también la abrazaba mucho, también me sentía rara de abrazar a mi amiga diez años después.

En un tiempo fuimos inseparables, la española que decía que bola y la cubana que decía tía pero que gilipollas eres, por monerías propias de la edad y también porque la «juntera» influenciaba hasta el idioma. Dimos muchos sustos a sus abuelos y a mi madre porque de pequeña no resistíamos perdernos en cualquier parque y encontrarnos persiguiendo hormigas.

Nos acostumbramos a vernos dos meses al año, que para dos niñas es mucho tiempo, casi una vida y el tiempo que no estabamos juntas, los 10 meses restantes quedaron como niebla para nosotros, porque el tiempo de escuela no era tan importante. Luego llegó la adolescencia, los primeros chicos, los primeros besos, la primera borrachera, donde cantamos mariachi hasta llegar de puntillas a la casa para que no nos escucharan, cosa que no resultó porque nuestro «ay! Calixto no te rajes» se escuchaba desde la esquina. También pasamos nuestra primera resaca junta, ambas castigadas por un mes. Ese fue el último verano que pasamos juntas, teníamos catorce años y planeabamos nuestros quinces.

Después llegó la crisis, las leyes de represión, la falta de presupuesto, los precios extravagantes, mientras pasaban por nosotros los años de la prepa y la universidad distanciadas, sin noticias de la otra. Facebook fue el canal de vuelta y fue como si nada hubiese cambiado, después de agotar el hambre acumulada de saber de la otra, fue como si estuvieramos, en la misma cama de la resaca, con los ojos cerrados y luz apagada, hablando, riendo de las andanzas del día anterior.

Y cuando volvimos a caer en la escalera, con el físico diez años estropeado, supimos reconocernos en las ansias de la otra, como las niñas que jugaban juntas, sin importarles fronteras, políticas y capital.

Ufff…gato, es mucho, habían muchos días contenidos en ese abrazo, que terminó en lágrimas de aprehensión, nostalgia, lágrimas de amigas.

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